David Chacón Cisterna

Diseño Web, Docencia y más

Café.

Cuando jubile, abriré una cafetería. Eso si es que aún hay café cuando jubile.

Abriré muy de mañana, porque el insomnio, porque los miedos. Encenderé las luces, luego cafetera y molinillo. Tendré listo y dispuesto cada utensilio, -no crean que por jubilar, el cafetero duerme entre laureles-. Levantaré la reja, sacaré las mesas. Limpiaré con desmesurado afán, quitando manchas, polvo y penas de los muebles, que dejaré lustrosos y felices; ávidos de clientes, de tazas y secretos de a dos. Giraré entonces el letrero que cuelga en la puerta, donde con estilo mixto entre lo steampunk y el mal gusto, declaro el boliche cerrado o abierto. Llenaré recién allí de los olores de mi mejor arábico el espacio pleno. Daré así por iniciada la rutina diaria.

Una escena del frontis de un café con estilo steampunk, con un letrero colgante en la puerta de "closed/open". Al fondo, se aprecia una ciudad en decadencia en estilo steampunk.

Levantaré la reja, sacaré las mesas. Limpiaré con desmesurado afán, quitando manchas, polvo y penas de los muebles, que dejaré lustrosos y felices; ávidos de clientes, de tazas y secretos de a dos.

La primera molienda será delicada y consciente, como si la vida dependiera de ello. Moleré metódicamente y atento al humor del grano, entendiendo que la cosecha y el clima son amigos traicioneros a los que hay que mantener siempre muy cerca. Intentaré desprender al grano de sus mejores notas de aroma, para que luego tomar su cuerpo y hacerlo presente al paladar sea un mero trámite.

Mientras llegan los primeros clientes, sorberé el espresso horrible de la primera extracción, mientras calibro afanoso la máquina, para dar la experiencia merecida a quien se siente a beberse la vida. Bebiendo el trago amargo, recordaré cada vez que me sirvieron un mal café, ácido, amargo, quemado, sin alma, sin ganas. Será mi pacto y lo recordaré. No repetiré esa experiencia a mis comensales. No lo merecen ellos, ni yo estaré ahí para torturarles.

Recordaré que soy como el café post extracción; un residuo, ya casi sin sabores ni cuerpo. Las manos arrugadas y temblorosas serán un desafío, pero pretendo mostrar la nobleza que muestra el buen residuo, cuando cae compacto al knockbox, sin romperse, sin inmutarse siquiera. Entero y sólido, como ficha de hockey, acaso jueguen hockey con pastillas de café. Memento mori, me diré. Memento, mori.

Sonreiré a cada cliente, a cada turista, a cada sinvergüenza que pase a probar suerte. Perfilaré en segundos qué tipo de humano tengo al frente. Robusta o arábica, diré entre sonrisas, mientras doy los buenos días. No hay blends en esta tierra, ni siquiera uno, una, une. En este mundo o eres arábica, o eres robusta.

Luego de atender, recogeré el desastre y la propina con igual esmero y afán. Con alegría de barista principiante, correré a lavar cubiertos y tazas; platillos y demases. Entregaré la vida al proceso de restituir el cosmos en medio de tanto caos.

Finalmente, despertaré, dibujando una sonrisa en la cara y con una taza de café al lado, aleatoria, de entre las tantas fotografías que les tomé antes de disfrutarlos, porque claro, Murphy manda. Si estoy vivo a esa edad, ya no habrá café. Mi vejez y los buenos granos corren en pistas paralelas.

Cuando jubile, abriré una cafetería. Eso, si es que aún hay café cuando jubile… o si es que llego a jubilar, siquiera.

Uber

Llegué pasadas las 10 al terminal de Valdivia y de inmediato solicité un Uber. A los dos minutos de llegar a la ciudad, ya estaba subiendo al transporte que me llevaría a la UACh. Estudiar en otra ciudad puede ser un desafío mayor cuando tenemos que resolver las cuestiones prácticas que los locales pueden sortear con mayor ventaja. La conductora es A, una mujer de mediana edad. 4.98 puntos de reputación. Todo en orden, pienso.

El viaje transcurría con normalidad hasta que A decidió entablar una conversación. Por lo general, no suelo hablar de temas personales con desconocidos y evito hablar más allá del clima, lo que en Valdivia sería equivalente a hablar de la lluvia. En ese sentido, considero que lo mejor para un trayecto breve es guardar silencio y aprovechar el corto periodo de interacción, desde la confirmación del conductor al cliente, hasta el agradecimiento/pago/asignación de estrellas y propinas al final del viaje.

“En el sur, solo necesitas un buen par de zapatos y una buena parka”

A.

Sin embargo, hoy esa normalidad tuvo un giro y me vi envuelto en una de las conversaciones breves y humanas más impactantes de mi vida. A me cuenta que es divorciada, santiaguina y que lleva unos años viviendo en el sur. Se ha adaptado bien a esta nueva vida. Recuerda que, al principio, no dominaba las secretas artes del fuego en estufa, ni comprendía lo innecesario que resulta llevar un paraguas en medio de un temporal. “En el sur, solo necesitas un buen par de zapatos y una buena parka”, dice con la resuelta sabiduría adquirida por la experiencia. Confirmo, como sureño, que tiene razón. Pienso que tal vez mi gusto por la lluvia y caminar bajo ella provenga de ahí, de terminar completamente mojado y llegar a casa para refugiarme en ropa abrigadora o en las cálidas sábanas del otoño-invierno.

A comparte conmigo sus luchas diarias para salir adelante luego de la relación que recientemente terminó y que la sumergió en problemas. Su exmarido hizo todo lo posible por convertir la cómoda vida de emprendedores santiaguinos en un infierno, lo que los llevó a reducir gastos y mudarse obligatoriamente a las orillas del Calle-Calle. A comenta que no todo es agreste y que, de cierta manera, encuentra positivo este cambio. No tiene intenciones de volver a Santiago y solo espera poder pagar sus deudas en diciembre y retomar el estilo de vida que tenían antes de la catástrofe. Pienso en esa última palabra y en su sentido original (catá y estrophe, que significa “voltear abajo”, dar vuelta), como Jesús con las mesas de los cambistas del templo.

Cruzamos el puente del invasor español que dio nombre a la ciudad que habito, mientras A me explica cómo esta situación ha afectado a sus hijos. Han pasado de disfrutar de la vida neoliberal a verse privados de los lujos de la clase media. Han tenido que aprender a usar la misma ropa repetidamente, a salir menos y a comprar en rebajas. Aquellas cosas que la mayoría de las personas considera naturales o incluso como el máximo alcanzable.

Le comento lo impactante y fuerte que suena eso. Creo que los aprietos pueden moldear el carácter. Pienso y me atrevo a cruzar el puente desconocido de la confianza, mientras llegamos al campus. Le confieso que en mi vida he pasado por algo similar. Le cuento sobre las pérdidas, las frustraciones, el duelo, la carrera que no pude terminar, el trabajo, la familia, el trabajar y estudiar al mismo tiempo y finalmente poder titularme.

En ese momento, A, desde sus creencias, me dice que cree que nuestros difuntos siempre nos acompañan y cuidan. Le comento que para mí eso no tiene mucho sentido, pero que sí creo en el esfuerzo y el impacto que tiene la crianza en las personas. Prefiero mantener el desarrollo completo de la idea en mis pensamientos. “Esto es para bien o para mal”, me digo. Mi mente repite los versos de Waters en la canción “Mother”:

“Mamá te mantendrá bajo su ala / No te dejará volar, pero tal vez sí cantar / Mamá mantendrá al bebé cómodo y cálido / Oh, bebé, por supuesto que mamá ayudará a construir el muro”.

Le comento que hoy disfruto de los resultados de un trabajo arduo y honesto, lo que me permite llevar una vida familiar bastante tradicional, austera y tranquila. Sin riesgos, sin deudas, sin prisas. Comparto mi visión pragmática sobre la vida, aprendida de mis padres: enfrentar las adversidades y valorar los logros. A coincide con mi idea racional y pragmática sobre la muerte y la guía de aquellos que ya no están en nuestro camino de vida.

Finalmente, hay consenso en atribuir “al de arriba” tanto lo bueno como lo malo que nos pueda suceder. Pienso que el viaje vital está para disfrutarlo. Hablo de Dios y sus complejidades. El Dios matemático y universal. Aquel de las variables logarítmicas y algorítmicas. Aquel que me hace sudar frío y me acoge, indistintamente, en diferentes situaciones. Mientras estaciona en el destino, le comento, felizmente, que esta es mi segunda carrera y que de alguna manera cierra la deuda que tengo con Valdivia. La animo para lo que está por venir y le agradezco por compartir su historia con un desconocido dispuesto a escuchar.

El viaje termina y la vida apenas comienza. En Valdivia, la lluvia ha dado paso a un tímido sol otoñal. Un árbol sonríe con el viento. Pienso en la cita del libro que mi esposa Ada me recomendó: “Toda felicidad, grande o pequeña, merece ser compartida en la plaza de la ciudad”.

Cristóbal Briceño – La Mañana

Cristóbal Briceño – La Mañana (Doler Crece, 2022)

Hace unos días, Cristóbal Briceño lanzó un nuevo videoclip para su tema “La Mañana”, canción que abre el disco “Doler Crece”, publicado en 2022. Como es habitual en él, las referencias al imaginario religioso no se hicieron esperar y el cantautor entrega nuevamente una visión desgarradora de la cotidianeidad laboral y existencial. Para quienes ya estamos familiarizados con el estilo filoso y visceral de Briceño, el disco en sí es toda una experiencia.

El videoclip “La Mañana”

Y claro, el videoclip no deja lugar al azar y comienza con un plano sobre una biblia abierta. La pantalla difumina a negro y aparece la referencia clara, innegable, al pasaje bíblico que contemplaremos: Génesis 4, versículos 1 al 18; la historia de Caín y Abel.

La amistad y la rivalidad de la hermandad son retratadas de inmediato en medio de un paisaje marino, con el constante enfrentamiento de los hermanos protagonistas del plano, excepto en una escena en que ambos aparecen orando (?) a la usanza oriental. Comienza la canción. Los acordes iniciales del tema, y la voz desgarrada para anunciar un soleado amanecer dan paso a una serie de expresiones de ánimo para enfrentarlo. La secuencia es bellísima.

“Se quebró la mañana y se derramó como yema de huevo sobre mí su sol.
Reverdecen mis ganas, me siento ancho y del mejor humor
¡Guau!, ¡ya!, ¡dice!”

Luego el ajetreo, las ganas de hacer, el trabajo bien hecho, la eficacia hecha canción: “y será bien servida, a puro boca a boca el local se llena”. El video muestra la comparación de las ofrendas del trabajo ejecutado. Mientras Caín presenta sus vegetales, Abel presenta un animal. El extraño personaje celestial dirime entre los hermanos y se inclina en favor del animal. Caín sale con su caja veggie, ofuscado, irritado, frustrado. El plano cambia a una secuencia en que Caín es confrontado por el personaje celestial, que le pregunta literalmente “¿por qué la mala cara?”. La idea de enfocarse en el trabajo y hacerlo bien, de dominar al pecado y de enseñorearse de lo malo para no caer se hacen palpables. Caín está condenado desde ya. La escena se acompaña del siguiente giro lírico:

“Es verdad, es un bajón, pero es real.
Tú y yo no supimos hacer bailar las aguas. Entre los dos no hicimos uno.
Voy palpando a tientas la pared y no doy con el interruptor”.

El video continúa con un Caín que llega fumando donde un atareado Abel que alimenta a las aves, recibe la invitación-desafío y se embarca en el viaje sin retorno. Con la excusa de orinar, Caín toma una piedra y ultima a su hermano. El relato bíblico sólo describe el acto homicida, sin adentrarse en los detalles del móvil (más allá de la aparente envidia causada por el decaimiento y desánimo de ver cómo la ofrenda animal se imponía sobre la vegetal) (cfr. 4:4-6). La piedra en el videoclip ha sido retratada en el arte bizantino y la tradición pictórica musulmana. En el folio 29 de la Biblia del Alba o de Arragel, en tanto, es una mordida en el cuello la que provoca el fratricidio.

Viene luego la escena de la huída y la confrontación, con las consiguientes maldiciones y protecciones que recibe Caín: expulsión de la tierra que habita, el irónico castigo al agricultor que no cosecharía nada y la misión de ser errante y vagabundo. Abrumado por el peso de la condena, recibe la marca o “señal” en la frente, para que nadie se atreva a molestarlo. Ya suficiente ha hecho Dios con el hijo de Eva y Samael, ¿no? La protección que recibe Caín se expresa en que, si alguien lo mata, recibirá septuplicado el castigo divino. El 7 es número de completitud y satisfacción; la perfección divina, en que Dios reposa de todo trabajo creacional y lo mismo manda a hacer al hombre respecto de su faena terrenal.

El errante Caín del video grita y corre desenfrenadamente, alternando paisajes de día y atardeceres para terminar enfrentado al sol poniente, sobre el que descansa la condena diaria de todo trabajador…

“Buen día, buen día.
¿Se lavó la cara?
¡Buenos días, personal!

… lo que bien podría implicar una nueva marca de Caín, sobre todo si el video se lanza justo en el último día del mes de asueto chileno, dando la perfecta y condenada bienvenida a las obligaciones de marzo, lo que lo hace más personal y molesto, como un dios maldiciendo a Caín.

Be my Valentine

Hace unos días se celebró el día del amor y la amistad, y aunque me encanta celebrar el amor en todas sus formas, este año en particular me llevó a reflexionar sobre mis amistades pasadas y presentes. La nostalgia se apoderó de mí y me llevó a pensar en los amigos de la infancia, en esos momentos felices que compartimos juntos y que siguen siendo tan importantes.

La música tiene una forma especial de llevarnos de vuelta a esos lugares seguros y felices, donde la amistad florecía sin esfuerzo. Las canciones que solíamos escuchar juntos me transportaron a esos momentos y me recordaron lo importante que es mantener esos recuerdos vivos. Pero no solo la música me hace sentir nostalgia. También hay ciertos olores y sabores que me llevan de vuelta a los momentos felices que compartimos. El olor de la lluvia en la hierba o el sabor de la comida que solíamos compartir, todo esto me lleva de vuelta a esos momentos de felicidad.

Aunque algunas amistades han cambiado con el tiempo y la distancia, sigo recordando con cariño a todas esas personas especiales que han pasado por mi vida. La amistad es algo que nunca se olvida, aunque a veces se desvanezca. Incluso aquellas amistades que dolieron al perderse, siguen siendo importantes para mí porque me enseñaron valiosas lecciones sobre la vida y las relaciones humanas.

Con todo, lo que más me reconforta es la amistad y el amor de mi familia, mi esposa y mis hijas. Ellos son una roca firme en estos tiempos de inmediatez y convulsión y me recuerdan que la amistad verdadera no tiene límites de tiempo ni de distancia.

El día del amor y la amistad nos lleva a reflexionar sobre todas las amistades que hemos tenido en nuestra vida, las que han cambiado y las que han permanecido. Aunque la nostalgia a veces puede ser dolorosa, también es una forma de mantener vivos los recuerdos y apreciar las relaciones de amistad que hemos tenido. La música, los olores y los sabores nos llevan de vuelta a esos lugares seguros y felices, donde la amistad era fácil y sin esfuerzo y donde, aunque algunas amistades se hayan perdido, siempre habrá alguien que permanecerá en nuestras vidas, dándonos fuerza y ​​llenando nuestros días de amor y amistad verdadera.

Autocompasión responsable

Desde hace un tiempo, estoy emprendiendo un viaje de autoconocimiento y mejora personal a través de la psicoterapia. Mi objetivo es tener una mejor perspectiva sobre mi vida y la de mi familia, mejorar mi autopercepción y alcanzar una autocompasión responsable. Comprendo que esta es un viaje sin retorno que incluirá momentos dolorosos y desafiantes, pero también espero lograr mejoras continuas y escalables con el tiempo.

Luego de años de trabajo en mi autoaceptación, estoy en paz conmigo mismo y aprecio quién he llegado a ser. Sin embargo, en terapia, llegamos a abordar el concepto de autocompasión y la importancia de abordarla de una manera responsable, conociendo tanto sus ventajas como sus desventajas. Descubrí que me cuesta y que no será fácil para mi lograr ser vulnerable y aceptar esa vulnerabilidad en mis acciones y vivencias.

Hay muchas ventajas a la hora de tener autocompasión:

  1. Mejora la salud emocional: La autocompasión puede ayudar a reducir la ansiedad, la depresión y el estrés, y aumentar la resiliencia y la satisfacción con la vida.
  2. Fortalece la confianza en uno mismo: Al reconocer y aceptar tus emociones, pensamientos y comportamientos, puedes aumentar tu autoestima y confianza en ti mismo.
  3. Fomenta una relación saludable contigo mismo: La autocompasión puede ayudarte a tener una relación más amorosa y compasiva contigo mismo, lo que a su vez puede ayudarte a manejar mejor el estrés y los desafíos de la vida.
  4. Mejora la resiliencia: La autocompasión puede ayudarte a enfrentar y superar desafíos con más fortaleza y resiliencia, en lugar de sentirte abrumado o derrotado por ellos.
  5. Aumenta la empatía y la compasión hacia los demás: Al tener autocompasión, puedes aprender a tratarte a ti mismo con amabilidad y comprensión, lo que a su vez puede ayudarte a ser más compasivo y empático con los demás.

Y claro, la autocompasión responsable puede ser un recurso valioso para mejorar la salud emocional, fortalecer la confianza en uno mismo, fomentar una relación saludable contigo mismo, mejorar la resiliencia y aumentar la empatía y compasión hacia los demás.

Por otro lado, la autocompasión no está exenta de riesgos y desventajas:

  1. Puede ser interpretada como justificación para comportamientos negativos: Algunas personas pueden confundir la autocompasión con la excusa para justificar comportamientos negativos o dañinos.
  2. Puede hacer que te sientas demasiado indulgente contigo mismo: La autocompasión puede hacer que te sientas demasiado indulgente contigo mismo, lo que puede interferir con la motivación para hacer cambios positivos en tu vida.
  3. Puede hacerte sentir más vulnerable: La autocompasión puede hacerte sentir más vulnerable y emocionalmente expuesto, lo que puede ser incómodo para algunas personas.
  4. Puede interferir con la motivación para hacer cambios: A veces, la autocompasión puede hacer que te sientas demasiado cómodo con tus pensamientos y comportamientos actuales, lo que puede interferir con la motivación para hacer cambios positivos.

Finalmente, en este camino, será importante encontrar un equilibrio entre la autocompasión y la autodisciplina, y trabajar con la terapeuta si de pronto me cuesta encontrar un equilibrio. Al hacerlo, se pueden aprovechar los beneficios de la autocompasión sin caer en sus posibles desventajas, disfrutando de una autocompasión responsable y sostenible en el tiempo. Wish me luck

Nos faltó tiempo…

Hace unas horas tuve la dichosa oportunidad de ir al cine. No es que asista seguido, ni que me lamente de no hacerlo más a menudo. Generalmente al cine se va en familia; en mi caso, con las hijas y la esposa. Al cine se va en busca del éxito de taquilla de turno. Esta vez, para mí, fue distinto.

Desde la reserva del ticket me recorrió la sensación del saudade, esa nostalgia linda y melancólica que sólo la lengua portuguesa puede describir tan bien. Estaba comprando una entrada para ver El Padrino, en su edición aniversario, a 50 años de su estreno. La cita se fijó: nueve de la noche, del martes primero de marzo.

Salí de casa con la idea de encontrármelo en el camino. De ir hombro a hombro a ver una película que disfrutamos antaño en el televisor blanco y negro. De oír sus comentarios previos, atento a cómo describiría el carácter de los personajes y las razones para coincidir del por qué ésta sigue siendo una excelente película, digna de ver en el cine. Me lo imagino actualizado, con paso cansino y con un smartphone que apenas le sirve… en el bolsillo. Sombrero de ala corta, camisa y chaqueta. Zapatos lustrados.

Llegamos a tiempo. En pantalla corrían los avances de otras películas y la boda de Connie aún no iniciaba. Lo logramos. En ese minuto, lo invité. – Asiento, le dije. Me miró sonriente y emocionado y se sentó a mi lado. Éramos pocos en la sala. Un silencio pasó, inundando el ambiente. La proyección comenzaba.

La boda, esa escena inicial perfecta. Vamos descubriendo los recuerdos escondidos en la mente cinéfila entusiasta y aparecen nuestras primeras sonrisas ante la picarona Luna Mezzo Mare, para dar paso al drama y recorrer el camino que otrora hubiésemos compartido también juntos frente a una pantalla.

Pronto llegó esa escena. Estiré la mano, buscando la de mi padre. Duele, pero el momento es, al mismo tiempo, preciso y precioso.

– No me arrepiento, era mi vida. Pero pensaba que… tú llegarías a ser… que ocuparías una posición respetable. Senador Corleone o Gobernador, algo parecido. 
– Soy una persona con importancia. 
– Nos faltó tiempo, Michael. Nos Faltó tiempo. 
– Algún día será, papá. Algún día. 

Vito y Michael, en El Padrino.

Corrieron lágrimas por mi rostro, imaginarias, claro. No me permití la incomodidad social y nuevamente hipotequé el alma. Nos faltó tiempo, dije, susurrando hacia el lado. Por supuesto que no hubo respuesta. La celebración de un aniversario de El Padrino llegó casi 20 años tarde. Ya no está y no hay nada que yo pueda hacer por tenerlo de vuelta. Cómo haces falta, papá. Nos faltó tiempo.

De vuelta, brindamos. No sé si me hubieras celebrado eso. Te fuiste siendo un buen canuto ultraortodoxo. Eso sí, me hubieras celebrado llegar con algo para compartir a casa, como hice, por supuesto. Al llegar, la atmósfera cambia. Soy el padre de familia. No hay más compañía que mi esposa y mis hijas, felices de que haya vuelto sin novedad y ajenas al luto interno. Por dentro, un ala rota, que sanará algún día… o eso espero. Mientras tanto, valgan estos recuerdos y el saudade, implacable a la hora de ejecutar su incansable tarea de contar nuestros pasos y traerlos a la memoria, de vez en cuando.

Pandemia

Los tiempos críticos, en general, muestran de qué estamos hechos. No es lo cotidiano sino que nos desafía, aquello que es capaz de sacar a flote lo mejor y lo peor de la especie humana: solidaridad y mezquindad; apatía y empatía; indiferencia y compromiso… una serie de valores se hacen presente en las mentes y acciones de masas de hombres que tratan de entender lo inexplicable.

Speedrunners, o cómo arruinar(me) una serie

Una de las mayores ceremonias televisivas de antaño, era reunirse frente al televisor, en familia, a esperar un nuevo capítulo del programa o serie que semanal y sagradamente transmitían en TV. El primer cambio vino con las operadoras de cable y sus retransmisiones; luego, casi en paralelo, el modelo On Demand y el stream de Internet, vinieron a transformar la escena para siempre. Y para quienes somos de una generación de transición (no nativos, pero no ajenos a la transformación digital), los costos comparativos entre el modelo añejo y el actual, no son menores, a ratos.

Sí, se agradece la calidad y la simultaneidad en la entrega de contenidos. Hoy no necesariamente debemos ver píxeles ni oír audios deteriorados por el paso del tiempo en TV, como tampoco tenemos que esperar tanto para que nos llegue la taquilla más reciente a cada uno de nuestros dispositivos.

Somos la generación que puede consumir una serie en un viaje, de camino a una reunión y a veces, incluso, en la reunión misma, -dependiendo de si la trama de ésta última es menos interesante que la de la serie en curso y por supuesto, de la capacidad de camuflaje social que el espectador tenga respecto al orador; de otro modo, sería una falta de respeto. Bueno, convengamos que ésta opción siempre será una falta de respeto.

Ya van varios episodios en que he sufrido a manos de los voraces televidentes de series populares. Mea culpa: me pasa por estar hiperconectado, 24/7, literalmente. Pero, demos un vistazo a este fenómeno, que no es menor.

Todo comienza con Netflix y su decisión temeraria de dar al espectador la decisión de consumir el contenido de una sola sentada o en parcialidades a convenir. El modelo “Netflix n’ Chill” -en su origen, al menos- reemplazó al café y al libro (o más precisamente a éste último), como formas de invertir el poco tiempo de ocio que nos regalamos. Hasta aquí, todo bien. Buena decisión la de Netflix, buena decisión la de quienes se juntan a compartir -bajo cualquier excusa- la serie de turno. El problema real comienza cuando necesitamos competir con el prójimo y con un tipo de prójimo en particular. El prójimo de tipo speedrunner. El que se acaba la serie no bien ésta se estrena.

El speedrunner se contagia del hype de alrededor, de sus influencers de moda, hace la vigilia previa al estreno, se zampa la temporada completa y luego se bifurca en dos especies: el speedrunner introspectivo, que queda con la angustia de haber terminado demasiado rápido -anhedonia, se llama esa desgraciada experiencia-, y el speedrunner-imbécil, el que hará todo lo posible por demostrarle al mundo que ya terminó la temporada, en tiempo récord, que por ése hecho tiene una autoridad inalienable de vociferar a los cuatro vientos y a la red en su totalidad cada uno de los detalles de la serie y la temporada -cruciales en la trama o no-, y que, de paso, arruina la experiencia de los que llevamos la experiencia un poco más lenta y digerible; los que, por intentar llevarles el paso a los speedrunners, nos quedamos dormidos, móvil en mano (o en un soporte ad-hoc, los más afortunados), babeando el capítulo que tendremos que ver, inexorablemente, más adelante.

Luego, viene lo peor que nos puede pasar a quienes no somos speedrunners por defecto; transformarnos kafkianamente en una especie de maratonista peor que el antes descrito y ciertamente peor que del que hemos sido víctimas. Dicho esto, creo que es hora de hacer coto.

Amigo speedrunner que lees estas sentidas líneas: ¡GANASTE! ¡Eres el mejor! ¡Nunca nadie podrá superar a un fan de la serie como tú! Créeme que por esta razón te admiro y reconozco tu esfuerzo de separar/consagrar tu ocio y transformarlo en algo exclusivo, de lo que te sientes orgulloso y absorto al mismo tiempo. Lamento tu anhedonia, pero vamos, que tú te la buscaste. (:*) Sólo tengo un encargo para ti. Por favor, no aruines mi experiencia.

Yo, el lento, el que se queda dormido porque ya no rinde los trasnoches como antes, el dinosaurio consumidor promedio de stream, te pido por favor que calles, que disfrutes en silencio, que seas contemplativo, que no arruines mi experiencia. No compartas más que el logro de haber terminado en las redes sociales. No me digas quién va a morir, o quién partirá lejos o qué personaje se transforma. No me cuentes el final, que yo quiero disfrutarlo tanto como tú. Por favor, no me spoilees.

Una vez más, por si no queda del todo claro; por favor, no spoilees mi experiencia.

Eclipse

Que si lo observabas oyendo el Dark Side of The Moon de fondo, que si comprabas o conseguías los anteojos especiales, que si generabas una idea de negocio aprovechando la instancia… miles de propuestas avisoran el entusiasmo de un pueblo que no tiene mayor relación con los astros más que el improbable cálculo astrológico de los mercachifles que a diario venden miedo y esperanzas vacías a la par en sus líneas de periódico. Era para el oportunista promedio, una oportunidad dorada para figurar y entregar su “riqueza única” a la población incauta, que, sedienta de verdades (aunque sean a medias, o derechamente, mentiras), prestaría su total atención a los más auspiciosos o apocalípticos vaticinios.

El eclipse vino, pasó, se fue. Fue el bello espectáculo que debía ser. Lo disfrutamos todo lo que cada uno se permitió disfrutar. Lo amamos, lo aplaudimos, lo lloramos, besamos y cantamos. Lo auscultamos, observamos y analizamos, lo transformamos en un momento histórico de una sociedad a ratos imberbe, a ratos añeja.

En lo personal, disfruté como niño. Me hice la tarde observando a personas de todo tipo usando el sucio lente de soldador que horas antes me había agenciado Ada, mi esposa, gracias a lo que mis colegas y mucha otra gente desconocida pudo apreciar el fenómeno natural -en tanto Osornito, mágico como el sólo, lo permitió-. Observé el sol unas cinco veces, un par de segundos, cada vez. Luego, la entrega necesaria al trabajo de rutina, exigía mi presencia atornillado a la silla, encadenado al escritorio; feliz, como un buen borrego.

Advertida de que la observación de unos 40 segundos podría tener un precio, una caminante hizo el ademán de buscar el dinero en su cartera para “pagar por el servicio” de observar el sol con el dichoso vidrio. Hubo que convencerla, de que era gratis, (en serio, señora). Gratis. Como el sol (hasta ahora).

Me llamaron la atención los que no quisieron mirar, por miedo a quedar en ridículo en manos de una broma de desalmados prankistas o los que simplemente no tenían el ánimo o la personalidad para hacer contacto con extraños o con el propio sol. Finalmente, me llamaron la atención aquellos que simularon ver algo, cuando las nubes no permitían ver nada.

Cuando ya todo pasó, cuando volvimos a la normalidad, sentimos el frío y la oscuridad invernal. La realidad llegó a dar su cachetada y el atardecer cayó de golpe. La vida continuaba, a pesar de la exquisita pausa, demostración de la infinita creación del Creador y nuestra propia inferioridad y diminutez.