David Chacón Cisterna

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La posibilidad de una isla: la inteligencia artificial y el futuro de la humanidad

Michel Houellebecq es un escritor francés conocido por su visión pesimista del mundo. En sus obras, explora temas como la soledad, la alienación y la pérdida de sentido.

La novela La posibilidad de una isla, publicada por Michel Houellebecq en 2005, es una obra distópica que explora el futuro de la humanidad en un mundo devastado por el cambio climático y la guerra nuclear. En este escenario, un grupo de científicos crea una nueva forma de vida, los neohumanos, que son seres inmortales y libres de sufrimiento. En La posibilidad de una isla, Houellebecq explora el futuro de la humanidad a través de la creación de los neohumanos. Los neohumanos son seres perfectos, pero también son seres vacíos y alienados. Han perdido la capacidad de experimentar la vida en toda su plenitud, y se han convertido en meras máquinas.

La novela ha sido objeto de numerosos análisis y debates, y su visión del futuro ha sido interpretada como una advertencia sobre los peligros de la tecnología y la manipulación genética. Sin embargo, en el contexto de los nuevos avances en el desarrollo de la inteligencia artificial, la novela de Houellebecq adquiere una nueva dimensión.

Descripción de la historia

La novela se desarrolla en un futuro distópico, en el que el mundo ha sido devastado por el cambio climático y la guerra nuclear. En este escenario, un grupo de científicos crea una nueva forma de vida, los neohumanos, que son seres inmortales y libres de sufrimiento, creados a partir de la clonación y la ingeniería genética. Al ser perfectos, sin defectos físicos ni psicológicos, no sienten dolor ni emociones negativas, y están libres de los problemas y limitaciones de la vida humana.

La cercanía con un mundo posible

En el contexto de los nuevos avances en el desarrollo de la inteligencia artificial, la novela de Houellebecq adquiere una nueva dimensión. La posibilidad de crear seres artificiales que sean superiores a los humanos es cada vez más real. En los últimos años, se han logrado importantes avances en el campo de la inteligencia artificial. Los sistemas de IA ya son capaces de realizar tareas que antes se consideraban exclusivas de los humanos, como jugar al ajedrez o traducir idiomas. Es probable que en el futuro, la IA continúe desarrollándose a un ritmo acelerado. Es posible que en algún momento, los sistemas de IA sean capaces de superar la inteligencia humana en todas las áreas.

En este contexto, la pregunta de si algún día será posible generar humanos vía abiogénesis es una pregunta que vale la pena plantearse. Si es posible crear seres artificiales que sean superiores a los humanos, ¿debería hacerse?

Los desafíos a la humanidad presente

La creación de humanos vía abiogénesis, es decir, la creación de seres humanos a partir de materiales inanimados, es una posibilidad que pareciera estar más cerca de la realidad. El desarrollo de la inteligencia artificial y la biología sintética ha abierto la puerta a la creación de seres vivos artificiales, y no es descabellado pensar que en un futuro próximo podamos crear seres humanos artificiales. Esta posibilidad plantea una serie de desafíos a la humanidad presente. En primer lugar, es un desafío ético. ¿Es moralmente aceptable crear seres humanos artificiales?

Algunos argumentan que la creación de seres humanos artificiales es una forma de jugar a ser Dios. Otros argumentan que los seres artificiales no son seres humanos y, por lo tanto, no tienen los mismos derechos que los humanos. Este desafío es complejo y no tiene una respuesta fácil. Sin embargo, es importante abordarlo con seriedad, ya que la creación de seres humanos artificiales podría tener implicaciones profundas para la sociedad humana.

En segundo lugar, la creación de humanos artificiales plantea un desafío tecnológico. ¿Es posible crear seres humanos artificiales que sean viables y saludables? La clonación y la ingeniería genética son tecnologías complejas y aún no se han desarrollado lo suficiente para crear seres humanos artificiales. Es posible que en el futuro podamos crear seres humanos artificiales que sean viables y saludables, pero es importante tener en cuenta que esta tecnología aún está en sus primeras etapas de desarrollo.

En tercer lugar, la creación de humanos artificiales plantea un desafío social. ¿Cómo se integrarían los humanos artificiales en la sociedad? Los humanos artificiales podrían ser percibidos como una amenaza por los humanos, o podrían ser discriminados por ser diferentes. Es importante empezar a pensar en cómo integrar a los humanos artificiales en la sociedad de una manera justa y equitativa.

Estos desafíos son complejos y no tienen respuestas fáciles. Sin embargo, es importante empezar a reflexionar sobre ellos ahora, antes de que sea demasiado tarde.

Una obra visionaria

La novela La posibilidad de una isla es una obra visionaria que plantea preguntas inquietantes sobre el futuro de la humanidad. En el contexto de los nuevos avances en el desarrollo de la inteligencia artificial, la novela adquiere una nueva dimensión. La posibilidad de crear humanos vía abiogénesis es un desafío a la humanidad presente. Es un desafío ético, tecnológico y social. Es un desafío que debemos empezar a afrontar ahora, antes de que sea demasiado tarde.

El Libro Abierto.

Imagina que vas un día caminando y encuentras un libro abierto, en medio de una solitaria plaza, sobre un banco triste, al alero de un enorme árbol. Es invierno y hace frío, pero por alguna razón vas caminando en medio de tal paisaje. Decides tomar un tiempo para ti y tu curiosidad. Tomas asiento y hojeas el libro. Luego de un par de revisiones y de ver que esté completo, te lo llevas a casa.

Anochece y comienzas tu lectura. Al parecer, el libro te plantea un debate entre el sinsentido de la vida y el pleno sentido de manejar las cosas de manera quieta y pacífica. Una especie de bizarro manual de sobrevivencia. Lo escribe El Errante. Con ese nombre autoral, ya sabemos que no se trata de un best seller ni mucho menos. Se trata, seguramente, del esfuerzo de alguien por dar algo de prestigio a una idea impopular en este siglo; la idea de que el despropósito de la vida puede ser soportado y vivido de buen ánimo si se acepta el reto inicial de manejar las expectativas en todo tiempo.

A medida que avanzas, el libro te cuenta una historia entrañable y personal. El autor en realidad es el personaje principal; un sencillo errante que vaga por las diferentes ciudades del país, llevando consigo un equipaje bastante ligero y una especie de carga anímica constante que limita en un absurdo equilibrio, casi como si la alegría y la tristeza fueran extremismos inaceptables en su actuar y ser. Supongamos que es valiente, porque intenta mantener todo en calma mientras sortea los desafíos pequeños y grandes que va encontrando en su camino a la iluminación (si es que existe tal cosa).

Por otro lado, el errante no ve sentido en el destino de su andar; simplemente avanza, entregándose a los tiempos y elementos, sin más abrigo que el obtenido del trabajo de sus manos y su conformidad con la ventura que cada día trae consigo. Entonces, el camino se transforma en el propósito, pero no hay mayor anhelo que el de seguir caminando, enfrentando la sucesión de los días como quien respira.

El libro avanza, dando detalles de la vida del errante. Por ejemplo, que duerme en una banca, ubicada bajo un árbol, en medio de una plaza. Te inquietas, ya que es donde mismo acabas de encontrar este libro. No puede ser posible tanta coincidencia. Te asustas, incluso, pero logras conciliar la idea de que una coincidencia tal sea perfectamente posible.

Avanzas en tu lectura, mientras descubres los pasajes de la vida del errante. Las razones dolorosas por las que abandonó las emociones vitales y se entregó a tal estado de abandono, en donde todo significa vida y muerte, amalgamadas. Entiendes su Credo. Aceptar que lo que está fuera de control seguirá ocurriendo aleatoriamente, por lo que no vale la pena mayor preocupación que la de enfrentar dichas sazones sino con el mejor de los ánimos posible.

¿La incertidumbre? Por supuesto que está presente, pero se ve ampliamente compensada con la actitud permanentemente reflexiva y calma. El errante aprendió a no desesperar. Libre de la necesidad de encontrar un propósito universal, comienza a valorar cada momento como una oportunidad para experimentar la vida en su máxima expresión y a la vez, entiende de que no hay mayor expresión que la de vivir armónicamente, sin sobresaltos, enfrentando los buenos y malos momentos del mismo humor y talante.

¿Emociones? Claro, le atacan día y noche; pero tal como al atardecer de cada día es necesario buscar un lugar donde guarecer los huesos y el pellejo, el errante entiende que sus emociones son depositarias de un veneno extraño que podría alterar su equilibrio con pesimismo u optimismo desmedidos. Prefiere dosificar, llenar el vaso a la mitad y conformarse con avanzar, un paso a la vez.

En el libro, el errante camina una tarde rumbo a una puesta de sol, en medio del bullicio de una ciudad humanamente abarrotada. De pronto, el aliento vital se escapa de él, en medio de los transeúntes, que lo ignoran, confundiendo su cuerpo con el de algún vagabundo. Sólo horas más tarde, al anochecer, la responsabilidad social hace que se le trate como una emergencia cívica. Le trasladan a un hospital, le examinan, le autopsian. “Paro cardiorrespiratorio de causas naturales no atribuibles a terceros”, declaran. Entre sus ropas, encuentran un libro escrito y un testamento cerrado, muy bien cuidado del paso del tiempo. El errante se presenta, describe sus últimos anhelos y esperanzas y te pide un favor. En la última página del libro, la nota reza:

“Aquí termina el libro del Errante. Su Credo permanece intacto en la mente de cada lector, casualmente encontrado por un libro abierto, sobre una banca, bajo un árbol, en cualquier plaza de cualquier ciudad. Honrar esta última voluntad es todo el reconocimiento que merezco”.

Terminas el libro con fuertes emociones encontradas. El peso del mundo cae sobre ti. Con el libro en la mano, emprendes tu camino, sabiendo que esta inusual declaración de eutaxia ha dejado una marca profunda en tu propia visión del mundo. La danza equilibrada del errante te lleva a una plaza, donde escoges un frondoso árbol para dejar sobre la banca que está bajo el árbol, el libro abierto, en la primera página.

Es invierno y hace frío, pero en tu mente, imaginas al errante, dedicándote una medida y serena sonrisa de agradecimiento.