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50. Medio siglo. Mucho tiempo, muchos años.

Calendarios de una vida entera.

Y nadie lleva la cuenta.

Ni la viuda, ni el desamparado.

Ni la que perdió el amor a garras del horror.

Ni la que abortó sin querer hacerlo.

Ni la que dio en adopción sin la menor intención de dejar atrás su simiente.

Ni la que vagó, con la mente perdida, herida el alma, buscando paz.

Ni el que tras los horrores del pasado quiso dejar todo atrás en la noche espesa del abrazo suicida.

Ni los muchos que hasta hoy vagan, a orillas del camino,

Buscando respuestas que no llegan,

porque se deshacen en el mar,

en el desierto,

en la estrella.

Cincuenta pasos sobre el arena,

a orillas del mar.

Llegan las olas y borran el rastro.

Arena y patria,

tanto en común.

Sin cuenta del sufrimiento,

Cincuenta pasos perdidos,

50 y contando.

* * *

La niña va de la mano de papá. Todo es seguridad en la pequeña burbuja.

El magnolio adelanta la primavera para ambos. La niña pide una foto del magnolio.

El magnolio sonríe y posa alegremente para nosotros. La cámara captura su imagen.

Cruzamos la calle, el frío llega. El miedo, la incertidumbre.

Allí, frente al monolito, guardamos silencio.

Papá va de la mano de la niña. Todo es seguridad en la pequeña burbuja.

El magnolio quedó atrás y el frío embarga el alma. Papá mira hacia la piedra en silencio.

La piedra llora angustias, cada nombre es una lágrima de un llanto que no cesa. No hay pose, no hay fotos.

Cruzamos la calle. Paz. Verdad. Justicia.